Capítulo 1: Llegada a la mansión Volkov

Mi vida parecía un mal sueño, y deseaba que alguien me despertara. Levanté el farol y miré por la ventana del carruaje, observando los oscuros bosques a lo largo del tranquilo camino.

Los agudos cantos de los pájaros desde lejos y la quietud del ambiente me decían que ningún humano habitaba el entorno. No me sorprendió demasiado porque Viktor Volkov era el hombre más raro que había visto en mi vida. Justo cuando pensaba que sería la solterona más vieja de Inglaterra —después de que James me abandonara en el altar— mi padre me obligó a casarme con un misterioso hombre al que solo había visto dos veces. Un extranjero con acento ruso y hermosos ojos que parecía completamente desinteresado en mí.

Era sencillo. Mi padre estaba endeudado y tenía que casarme con un hombre que tenía los bolsillos bastante llenos. Así pagaría a todas las personas a las que debía y también me casaría para evitar arruinar la reputación de la familia. No podía culpar a mi padre ya que no era lo suficientemente atractiva para mantener a James; al menos, podía ayudarlo aceptando casarme solo para salvar a los Goldmans del desprecio y la desaprobación que recibieron desde que James se fugó con su encantadora criada el día de nuestra boda.

La verdad era que yo me avergonzaba más de mí misma que mi padre. Incluso aunque detestaba a este Viktor y en ocasiones pensaba en cómo escapar —aquí estaba yo, viajando varios kilómetros lejos de Inglaterra a su mansión en Escocia. Supuse que mi pasado había quedado atrás, y ahora, no podía dejar de preguntarme qué nos deparaba el futuro a Viktor y a mí.

Mis pensamientos se detuvieron tan pronto como el carruaje dejó de moverse. Cuando miré por la ventana de nuevo, estaba amaneciendo. Con curiosidad, recogí el dobladillo de mi vestido y bajé del carruaje, contemplando la mansión ante mí, bañada de un naranja oscuro. Tenía ventanas altas y estrechas con un pequeño panel de cristal, y enormes robles se erguían a los lados. Al acercarme a la puerta, un fuerte olor a tierra se coló por mis fosas nasales, haciéndome sentir como alguien perdido en el bosque.

El silencio se cernía en el aire como una tumba, excepto por el estruendoso coro de los estorninos. Justo detrás de la mansión había un acantilado que hacía que el entorno fuera pintoresco, pero no podía dejar de preguntarme por qué Viktor había elegido vivir aislado. Bajo el cielo azul oscuro, vi algunas urracas bailando desde el jardín hacia el sendero como si estuvieran encantadas con mi presencia.

¡Era tan extraño! ¿Qué tipo de hombre vivía en el bosque donde solo habitaban los pájaros y otras criaturas? Mis ojos se dirigieron hacia donde estaba el cochero, pero había desaparecido; se habría ido después de descargar mi equipaje junto a la pared. Un intenso miedo me asaltó cuando me di cuenta de que estaba sola en el jardín. Rápidamente, llamé a la puerta, anticipando la presencia de mi atractivo pero extraño marido.

Solo lo había visto dos veces. Una vez, cuando visitó a mi padre a altas horas de la noche para discutir algunos detalles sobre la boda. Tuve que espiarlos para ver el tipo de hombre con el que mi padre me estaba casando. Era sin duda atractivo —piel pálida y cabello oscuro, alto, fuerte e impecablemente vestido. La segunda vez que lo vi fue el día de nuestra boda. La ceremonia se celebró casi en secreto, sin la asistencia de nadie de su familia. Después de que se pronunciaran los votos y se sellara el trato, se marchó a toda prisa. Ni siquiera se molestó en despedirse. ¿Sería su comportamiento hacia mí diferente esta vez?

Estaba envuelta en un vestido blanco ajustado, con la manga superior abultada, sobre un par de guantes largos hasta el codo a juego. Para mantener un estándar de belleza aceptable, me recogí el pelo rubio en un moño sencillo, y mi cara estaba enmarcada por una serie de pequeños rizos. A pesar de mis adornos con brillos para el cabello, mi vestido ajustado, mi tez suave y pálida y mis labios pintados de rojo, en el fondo no me sentía lo suficientemente atractiva. Si fuera atractiva, James no me habría abandonado el día de nuestra boda y Viktor al menos me habría mirado con lujuria. Sin embargo, parecía que no era lo suficientemente buena para ningún hombre.

Parada frente a su puerta recordé que no era más que el producto de una exitosa transacción comercial. Mi corazón dio un vuelco cuando la puerta se abrió de golpe. Pensé que Viktor aparecería para darme la bienvenida, al menos como muestra de respeto, pero una guapa mujer de cabello color maíz se paró frente a mí. Llevaba un atuendo pulcro y sencillo, y su cabello estaba recogido en una cola de caballo. 

–Bienvenida, señora. Por favor, pase–. Hizo una reverencia y se apartó antes de que entrara en la enorme cámara. A juzgar por el acento de su inglés, podía decir que era francesa. 

Los altos techos, las exóticas lámparas de araña, los pilares en el centro de la habitación, las coloridas obras de arte en la pared y los muebles de la gran sala decían mucho sobre la atención de Viktor por lo estético, la primera cosa humana que sabía sobre él. 

–Soy Eponine, la criada de la casa–. La voz de la sirvienta llegó a mis oídos, y me giré para mirarla. –Su habitación está por aquí, señora–. Señaló las escaleras y yo incliné la cabeza. 

–Gracias, señorita Eponine.

Me condujo hasta el último piso, y yo la seguí, todavía admirando la hermosa cámara.

Un momento después de adentrarnos por el pasillo, se detuvo frente a una puerta. Justo entonces otra puerta se abrió de golpe y Viktor salió, tan guapo como el primer día que lo vi. 

Llevaba una chaqueta a medida, chaleco, pantalones y una camisa de lino con una corbata pegada al cuello. Su cabello oscuro y rizado estaba bien arreglado, y conservaba unos mechones artísticamente dispuestos sobre su frente. Tenía hombros anchos y una mandíbula fuerte. Sus ojos azul hielo sostuvieron mi mirada y la piel de gallina me cubrió de la cabeza a los pies. Esperaba que dijera algo, pero se quedó callado. Me mordí el labio expectante. Era aún más apuesto de lo que recordaba, y lo maldije por ello.

Eponine giró el pomo de la puerta y entró en la habitación, haciéndonos romper el contacto visual. 

–Por favor– Eponine se apartó e hizo un gesto para que entrara en la habitación.

Cuando estaba a punto de decirle algo, Viktor de repente se dio la vuelta sin decir una palabra, y sus zapatos resonaron en el pasillo mientras se alejaba. Volví a mirar, preguntándome por qué Viktor me ignoraba. Un dolor punzante en mis rodillas me indicó que necesitaba descansar, así que entré.

–Su comida está lista, señorita. Vaya al comedor cuando esté dispuesta–. Hizo una reverencia y salió. Cuando cerró la puerta, miré fijamente el amplio y ordenado dormitorio durante un rato antes de desplomarme en la cama. La criada sonaba demasiado servicial y poco amable. No podía entender por qué actuaba de esa manera. ¿Hice algo para ofenderla? Bueno, ya estaba en la casa, y tal vez, necesitaba tomar un baño relajante antes de pensar qué hacer a continuación. Una cosa era segura; yo era la dueña de la casa, pero no del corazón de Viktor.

***

Tuve la cena más irritante de mi vida. Aunque la comida olía deliciosa, tuve que esperar una hora entera a que Viktor apareciera en la mesa, así que todo se enfrió. Cuando finalmente se sentó a la mesa no me dirigió la palabra, ni siquiera me miró. En cambio, se sirvió una copa de vino tinto llena hasta arriba y empezó a beber como si yo no estuviera en la habitación. Esperaba que se disculpara por llegar tarde, así que le pregunté si había estado atendiendo algún negocio. Se encogió de hombros, y ese fue el final de nuestra conversación. Después de beberse rápidamente toda la copa de vino, se fue casi inmediatamente sin tocar ningún plato servido. ¿Era invisible para él? ¿Me despreciaba? Me sentí tan avergonzada y enojada que no pude obligarme a tragar nada de comida.

Ardiendo de rabia, me saqué el vestido, lo arrojé sobre la cama y me quité el corsé. Todavía un poco llorosa, me masajeé los pechos, preguntándome por qué ningún hombre me deseaba. Me acerqué al espejo junto a la cama, contemplando mi cuerpo desnudo. Ningún hombre había tocado nunca mis pechos, y mucho menos me había hecho sentir como una mujer. Estaba en buena forma y mi piel era impecable, pero mi marido, Viktor, no me había dicho ni una palabra, y mucho menos me había abrazado contra su tenso cuerpo. 

De repente, la puerta se abrió de golpe y Viktor estaba parado junto a la puerta cuando me giré. Su torso cincelado estaba desnudo y reluciente de sudor, y solo podía imaginarme sintiendo su cuerpo turgente sobre el mío. Sinceramente, estaba confundida por cómo amaba y odiaba a este hombre al mismo tiempo. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho cuando sus ojos se posaron en mis senos. “¡Oh, Dios! Va a suceder…”

Sus largas pestañas aletearon cuando sus ojos se posaron en mis muslos, y me pregunté si eso era anhelo o enojo. Me miró de arriba a abajo durante lo que pareció una eternidad. Estaba disfrutando, tomándose su tiempo. Miré fijamente el área de su ingle, buscando una señal de deseo, pero no vi nada. No sabía si sentirme encantada o melancólica porque no tenía interés en mí. 

–Deberías descansar–, dijo en un tono áspero y brusco. –Buenas noches. 

Sin mirar por segunda vez, salió de mi habitación. Abatida, me miré fijamente en el espejo, bastante perpleja de que mi desnudez no lo afectara después de todo. "¿Soy poco atractiva?" Le pregunté a mi reflejo en el espejo con decepción. Era inimaginable que un hombre ni siquiera se excitara después de mirarme. Tal vez por eso James se había fugado con una mujer más sexy, porque yo no era muy atractiva. Esa era mi recompensa por tener veintitrés años y no ser digna. 

Me puse mi ropa de dormir, me subí a la acogedora cama y agarré mi almohada para consolarme y mantener mi frío cuerpo caliente. La primera noche en la mansión Volkov, lloré hasta quedarme dormida.